
El viernes 7 de marzo, Bahía Blanca sufrió una de las tormentas más intensas de su historia, dejando un saldo de al menos 16 muertos, dos niñas desaparecidas y cuantiosos daños materiales. En solo 12 horas, la ciudad recibió más de 290 milímetros de lluvia, superando ampliamente el promedio mensual. La magnitud de este evento ha generado un intenso debate sobre si el cambio climático fue un factor determinante en la catástrofe.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), las tormentas extremas han aumentado en intensidad y frecuencia en las últimas décadas. Carolina Vera, vicepresidenta del grupo 1 del IPCC, declaró a La Nación que las tormentas severas han aumentado en el sudeste de América del Sur, confirmando así un patrón más frecuente de fenómenos climáticos extremos en la región.
Bahía Blanca se encuentra en una zona identificada como altamente vulnerable a estos eventos. Las proyecciones del IPCC indican que la probabilidad de tormentas severas en la ciudad podría aumentar significativamente en las próximas décadas: para 2040, el riesgo de eventos extremos crecerá un 16%, y para 2100, la probabilidad podría alcanzar un 26,9%, según los modelos climáticos analizados.
¿Cambio climático o fenómeno aislado?
Si bien el cambio climático está vinculado a un aumento en la intensidad de tormentas, los expertos advierten que no se puede atribuir directamente la tormenta de Bahía Blanca a este fenómeno sin estudios específicos. Carolina Vera explicó que el aumento de la temperatura media global incrementa la energía en la atmósfera, lo que propicia una mayor cantidad de eventos climáticos extremos, como tormentas severas.
El último informe del IPCC destaca que las lluvias extremas son más probables en un contexto de calentamiento global. A medida que la temperatura del planeta aumenta, el aire retiene más humedad, intensificando las precipitaciones y elevando el riesgo de inundaciones.
Preparación ante el cambio climático
La tragedia en Bahía Blanca también ha puesto en el centro del debate la preparación de las ciudades frente a eventos climáticos extremos. Expertos en gestión del riesgo señalan que, además de la infraestructura para mitigar inundaciones, es esencial mejorar los sistemas de alerta temprana y la planificación urbana para reducir la vulnerabilidad de la población.
Ana Carolina Herrero, especialista en hidrología urbana, enfatizó a La Nación que «los sistemas de alerta temprana deben centrarse en la ciudadanía, para reducir o evitar lesiones o pérdidas de vidas, además de daños al ambiente». Herrero también subrayó que la gestión del riesgo debe basarse no solo en obras de infraestructura, sino en medidas como educación, normativas sobre uso del suelo y planes de evacuación para proteger a las comunidades.